MSF. Situado en un cruce de caminos aún hoy
fundamental para Compostela, el castillo de A Rocha Forte es un ejemplo claro
de lo poco conocidas que nos son las guerras medievales. Acostumbrados a la
épica de Braveheart y a los duelos a campo abierto, es difícil imaginar la
terrible violencia de un asedio como aquel a que los Irmandiños sometieron a
este fuerte, por entonces uno de los más grandes de Galicia y hasta hace muy poco
prácticamente olvidado.
De la táctica de aplastamiento a que fue
sometido el castillo dan testimonio los enormes bolaños de hasta 150 kilos
diseminados por todo su interior. Estas piedras, redondeadas a toda prisa por
los canteros del bando irmandiño, se lanzaban al interior de la cerca con
máquinas situadas en las elevaciones que rodean A Rocha Forte, un caso extraño
de fortificación externa a la ciudad (está a unos 3’5 kilómetros de Compostela)
y no especialmente elevada. Flechas, animales muertos e infectados, cerdos en llamas, aceite y
todo tipo de desperdicios completaban el menú asediador.
Construido en el siglo XIII y ampliado ya
en el XIV, A Rocha Forte era un castillo especialmente odiado. Su función era,
probablemente, controlar los caminos que procedían de los puertos naturales de
Compostela (Padrón, Noia, Pontevedra...) y, en consecuencia, cobrar aranceles.
La torre vigilaba los caminos Portugués y de Fisterra, y era, además,
residencia del arzobispo cuando quería escapar de los levantiscos compostelanos
de la época. Berenguel de Landoira, arzobispo a principios del XIV y
responsable de la construcción de la torre del reloj de la Catedral, se refugió
allí cuando los santiagueses se rebelaron contra su nombramiento; en A Rocha
Forte citó a los líderes de la revuelta para "parlamentar", sutil
eufemismo para decir cortarles el cuello.
En 1467, durante la Guerra Irmandiña,
campesinos y habitantes de la ciudad bajaron desde Santa Susana a A Rocha para
deshacerse de aquel símbolo del abuso de unos señores feudales desbocados.
Prueba de su furia es el hecho de que del castillo no quedan más que los
cimientos: su torre, que en tiempos pudo tener hasta cuatro alturas y estar
orgullosamente encalada, fue desmontada y sus piedras reutilizadas. Mientras
que otros castillos fueron reconstruidos una vez reprimida la revuelta, A Rocha
Forte cayó en el olvido, fue cubriéndose de sedimentos e incluso la vía del
tren se trazó por encima de su recinto.
Desde hace unos años, la fortaleza se ha
estado excavando y, en la actualidad, sus ruinas son bien interesantes. Cada
sábado, a las 11 y las 18 horas, se puede realizar una muy didáctica y
entretenida visitar, previa reserva de plaza en http://rochaforte.info. La web, por cierto,
también es magnífica.
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