La Puerta Santa


EG. Entre otras muchas cosas llegar a Santiago en Año Santo es tener el gran privilegio de atravesar la Puerta Santa, la puerta simbólica cuya apertura da paso al año jubilar. En esos meses de 2010, peregrinos y visitantes se ven obligados a aguardar interminables colas para poder atravesarla, como también sucede en otros grandes lugares de visita masiva en la vieja Europa, sean catedrales, museos o monumentos.
La Puerta, así con mayúsculas, se abre con martillo de plata a media tarde del 31 de diciembre en un rito que simboliza la llegada del Año Santo. Para muchos, los cascotes de la puerta derribada se convierten en talismán que es, incluso, objeto de comercio.

La Puerta Santa no es en realidad la que vemos en la Praza de A Quintana, la verja metálica encuadrada por 24 estatuas simétricamente dispuestas y coronadas por Santiago, Teodoro y Atanasio. La Puerta es la del interior, la que se abre tras la verja en el propio muro de la Catedral, desde 2004 renovada con una obra del artista compostelano Suso León donada por un amplio grupo de empresarios y colectivos de Compostela. La integran dos impresionantes hojas de acero y bronce que en su conjunto pasan de los 600 kg de peso. Hacia la Plaza de la Quintana la presiden dos grandes figuras, de Cristo y Santiago. Hacia adentro lo que hay son seis cuadros representando los grandes momentos de la tradición apostólica.

Y si físicamente se trata de Puerta que merece ser revisada con atención, mucho más lo es en su sentido religioso y espiritual. Y es que se trata de la Puerta del Perdón, la del Jubileo, la que simboliza el privilegio papal otorgado a Compostela de un modo eterno e irrevocable, de poder contar con un año entero de Jubileo cada vez que la festividad de Santiago coincide en domingo. Privilegio del que sólo disfrutan, con Santiago, la villa cántabra de Potes y las grandes ciudades referencia del cristianismo, Jerusalén y Roma.  

El privilegio compostelano procede de una bula concedida por el papa Calixto II hacia el 1122, después confirmada para la eternidad por Alejandro III en 1179. Corrían años terribles para el cristianismo en el Sur de Europa, y esta era sin duda una buena noticia para el Noroeste peninsular, que ganaba un carácter especial para la incipiente ciudad que guardaba los restos de Santiago y con ello para las peregrinaciones futuras.
El rito actual compostelano de apertura se remonta al s. XVI, desde cuando se viene celebrando de igual forma, con palabras del Arzobispo contestadas por el pueblo:

- Abridme las puertas de la casa en que habita el Justo (primer golpe)
Para que entre por ellas y alabe a Dios, responden
- Entraré en tu casa, Señor (segundo golpe)
Te adoraré con reverencia en tu Santo Templo, responden
- Abrid las puertas, que el Señor está con nosotros (tercer y último golpe)
Y dio muestras de su poder a Israel, responden 

Seguidamente se cantan el Jubilate Deo y el Te Deum, y el Año Jubilar comienza para miles de peregrinos que entrando por ella consiguen indulgencias plenarias. Porque eso es lo que significa Año Jubilar, la recuperación de una bíblica tradición que permitía a los israelitas celebrarlo cada 50 años, doce meses en los que la Iglesia concede gracias espirituales especiales a sus fieles. El Año Jubilar es el del perdón, pero también el de la reconversión, el renacimiento, una invitación para cambiar de vida y crear un nuevo hombre.

Para conseguir el Jubileo los fieles han de visitar la Catedral de Santiago; rezar alguna oración, como el Credo, el Padrenuestro y pedir por el Papa; haber recibido el sacramento de la penitencia (puede ser 15 días antes o después de la visita) y recibir el de la comunión. Así es como se obtiene una indulgencia plenaria, bien para uno mismo o bien para un difunto.

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